Dibujos para quitarse el sombrero

Sombreros Animados

por: Karin Cabrera

Cierro los ojos y pienso en los personajes más entrañables de mi infancia: el Pato Donald, Goofy, Dumbo, Aladín, D’Artagnan y los tres mosqueteros… Todos ellos tienen algo en común. Algo que nuestro subconsciente atrapó en el pasado y que, en mi caso, hace que se me vayan los ojos cada vez que veo uno: ¡¡sombreros!!  

Desde el clásico fez (o tarbush) del intrépido Aladdin, cuyo nombre proviene de la ciudad de Fez, lugar donde se elaboró el tinte de color carmesí hecho con bayas que se utilizaba para teñir la gorra, y que fue ideado en el siglo XVII por los musulmanes andaluces de la ciudad marroquí como moda para la alta sociedad, hasta los icónicos sombreros de D’Artagnan y los tres mosqueteros con sus elegantes plumas. Sin desmerecer, por supuesto, al clásico sombrero marinero de nuestro querido Pato Donald. Perdón, Pato Donald FAUNTLEROY. Apellido originario de la novela infantil Little Lord Fauntleroy, obra de la autora angloestadounidense Frances Hodgson Burnet publicada en 1885. A pesar de que fue a mediados del siglo XIX cuando la Reina Victoria de Inglaterra puso de moda vestir de marinero a los niños como reflejo de la importancia que la Marina de guerra británica tenía durante su imperio (ya que dominaba todos los mares del mundo), no fue hasta la difusión de la novela de Burnet cuando se extendería durante el último cuarto del siglo XIX y la primera mitad del XX por todo occidente la vestimenta a lo Fauntleroy como moda infantil y juvenil. Ésta no era más que una derivación del uniforme marinero para niños que se estilaba, especialmente, entre los miembros de las familias reales europeas y las clases acomodadas. Gracias al nacimiento de la prensa gráfica ilustrada, este nuevo estilo llegó hasta nuestro pato más entrañable en 1920 convirtiéndose así su sombrero en uno de los complementos más característicos del mundo Disney. 

No es ni mucho menos mi intención hacer un recorrido histórico del origen de nuestros sombreros más animados, únicamente, y una vez más, quería dejar constancia de cómo, sin nisiquiera darnos cuenta,  los sombreros marcan, marcan historias, marcan momentos, marcan personajes, incluso marcan etapas de nuestras vidas. Que el sombrero no es únicamente un complemento «adicional» para salir a la calle, ni la prenda que mejor nos describe, ni la que más dice de nosotros, ni la que refleja nuestro estado anímico, el sombrero, nuestro sombrero, al igual que nuestros mejores recuerdos, es aquel complemento que vive en nuestro subconsciente y que nos desnuda cuando lo posamos sobre nuestras cabezas. La elección de un sombrero no es fortuita, es algo mucho más profundo, algo que, a veces, ni nosotros recordamos.